Familias diversas 

«¿Qué? ¿gays teniendo hijos?, eso sí que no; eso no es una familia natural», El término «familia diversa» va más allá de padres heterosexuales u homosexuales, puede ser un niño con su abuela, una niña con su papá, vaya, un superhéroe con su adorable tía, pero, hablando en serio, ¿qué hace a una familia con dos papás diferente a todas estas? ¿qué las hace «antinaturales»?, ¿por qué la gente ve esta unión como si se tratara de alguien casándose con una tostadora y teniendo hijos a los que les puedes untar mermelada?

¿»Natural»? ¿qué es natural?, porque la homosexualidad se manifiesta en la mayoría de las especies, y se trata de algo «natural», ¿entonces por qué nos casamos? Si en lo que se considera «natural» el matrimonio no existe, entonces, si debo tener una unión natural ¿debería ser como un león y tener diferentes parejas sexuales al mismo tiempo? ¿o tal vez como un caballito de mar, y si a mi pareja llega a pasarle algo debo deprimirme y morir de soledad?

«Pero, ¿no se te hace raro?» «¿se besan frente a ti?». Como hija de una familia homoparental estas preguntas son tan comunes como tomar el autobús. Hablando desde mi experiencia, y según mi criterio, no hay diferencia alguna entre todas las familias. Yo no crecí viendo cosas «antinaturales», yo crecí viendo a dos personas que se aman y se respetan.

«Pero si los gays tienen hijos van a ser… como ellos». Es tan probable que un gay tenga un hijo gay como que un heterosexual lo tenga, porque las preferencias no tienen nada que ver con la educación, si de eso se tratara, entonces los vegetarianos probablemente no existirían, porque lo que a todos nos enseñan es «la carne es buena». es lo mismo, y no es como que un padre le diga a su hijo diario «los hombres son buenos»; y así como un heterosexual puede tener un hijo gay, también puede tener un hijo trans o bisexual al igual que un gay.

¿Por qué aislar a la gente? ¿por qué decirle a tu hijo que no se junte con el niño que tiene dos papás?, ¿por qué no simplemente amar y dejar amar?, ¿por qué?

Le doy las gracias a las chicas por dejarme participar con este pequeño texto.
Daniela es estudiante, dibujante, activista y actriz en entrenamiento. 

Hipersexual

 

Cuando pienso mi infancia lo que más recuerdo es eso, que fui una niña muy feliz.

Una niña que siempre tenía la ropa sucia, las rodillas raspadas y la cara empanizada de tierra, por eso, porque me dedicaba a ser una niña, una niña que se divertía, que jugaba y que no se preocupaba por si enseñaba los calzones.

Hoy miro con compasión y un poquito de tristeza como las “niñas” de hoy en verdad no lo son. Son pequeñas señoritas con un montón de años por delante;  que cuidan lo que comen porque no quieren engordar y un montón de estereotipos en los cuales tienen que encajar porque desde pequeñas nos imponen el estigma de que una fémina debe ser siempre bonita.

Niñas que no pueden salir de casa sin cargar una bolsa, sin ponerse brillo en los labios, niñas que ya no trepan en los árboles, ya no juegan avión, niñas convertidas en señoritas que se ven horas en el espejo, ya no con los tacones enormes de mamá, sino pensando en qué cirugía estética le van a pedir a sus papás cuando cumplan 15.

Las niñas,  de manera inconsciente pero siempre consensuadas por los padres, comienzan a vestirse de forma sensual  y muchas veces es considerado tierno y hasta es celebrado, sin embargo en un mundo donde los abusos a menores aún es cosa de todos los días, es un hecho extremadamente grave y peligroso.

Cada vez nos encontramos con más spas, salones de belleza, y lugares de masajes para infantes y cada vez menos zonas de juegos.  Las condenamos a que tienen que ser bellas y a encajar en el estándar de belleza que nos imponen.

Es necesario que hagamos una reflexión, que no dejemos que las niñas se pierdan de una etapa maravillosa, que no nos olvidemos que hipersexualización no deja de ser violencia de género y que lo que parece “curioso” o hasta “gracioso” no lo es y puede causar severos daños en la vida, la mente y la autoestima de las niñas.

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Hipersexualización de las niñas

La vida es un escenario en el que no hay pruebas sino actos algunos dramáticos, divertidos, sangrientos etc., entendiéndola así no podemos borrar de ella ningún suceso ya que cada una de las acciones que tomamos nos van formando como personas. ¿Y qué pasa si a una niña se le enseña desde pequeña a ser tratada como objeto de deseo?

Algunos se preguntarán, ¿cómo alguien podría hacerle eso a una niña? Pues muy sencillo, con pequeños actos que se consideran irrelevantes o inofensivos, como insertar a las pequeñas en las competencias de belleza, las cuales no solo se dan en los certámenes de belleza, sino en la propia escuela, en la casa, con normas que resultan a veces absurdas como pedirle que se siente como una señorita  derechita y con las piernas cerradas, una señorita no anda sucia ni despeinada, una señorita no grita, una señorita come con los cubiertos, una señorita lava su ropa, una señorita juega con muñecas, a la cocinita, se pinta las uñas, el rostro, en fin y para no hacer el cuento más largo una señorita se ve bonita.

Aclaremos algo, una niña de seis, siete o diez años primero que nada es una niña, no una señorita.  ¿Es más que significa ser  una señorita?

Por lo que una niña lo que hace es descubrir su mundo, un mundo lleno de sensaciones, colores, conceptos, y demás variantes que ella ira armando, desechando o  apropiándose de ellos, no con base en la imposición  sino de manera libre

Por lo que es apremiante comenzar a tomar consciencia de la forma en que nos dirigimos a las niñas en nuestra familia yo tengo dos sobrinas a las que amo con todo mi corazón y mi mejor deseo es que vivan libres y felices.

Sofía Vuelaalto

 

 

La inclusión como prioridad

La inclusión como prioridad, ¿Qué tal si  hoy, SI elegimos  hablar del tema?

¿Qué es la violencia, cuales son los limites para ejercerla? ¿Debieran formularse preguntas  como la anterior?  Hay ocasiones en las que  la realidad resulta  mucho mas escalofriante que la ficción, la violencia es violencia no importa la perspectiva.  Se habla de 12 muertes en lo que va de los meses septiembre y octubre de este año de personas que pertenecen a la comunidad TRANSEXUAL,  y esos son los números “oficiales.”

No podemos cerrar los ojos y pensar que no nos afecta. Porque independientemente de que pertenezcan a esta comunidad, con la cual algunas personas no simpaticen, son seres humanos, con derechos que deberían ser respetados, y están siendo pisoteados y no solo por que los señalan , los humillan, los discriminan, sino también por nosotrxs que decidimos no mirar hacia esa dirección, porque al tomar esta decisión participamos activamente en la violencia que se ejerce sobre ellxs, ya que somos parte de la indiferencia que carcome esta sociedad, en la que la violencia se ha vuelto el territorio más común y la muerte de los otrxs el paisaje mas visto y por tanto mas invisibilizado por los medios y por nuestra forma de andar por el mundo pensando solo en nosotrxs, y en lxs nuestrxs , como si no entendiéramos que vivimos en el mismo país que tenemos los mismos derechos,  que somos personas todxs y que si ella muere impunemente a manos de personas que no aceptan las diferencias, que lxs minimizan a cosas, que los acosan, nosotrxs seremos en algún momento también objetos indeseables en este mundo porque no se puede siempre estar de acuerdo con las expresiones , afinidades o pensamientos de otrx, pero si podemos respetarlas y construir con base a la diversidad y no intentar construir sobre una base de imposición, violencia y discriminación.

Pongamos en alto la voz para visibilizar sus muertes y acción en nuestra vida para defender la libre expresión en todas sus formas.  Construir desde lo privado una vida que respete la diferencia  sin poner etiquetas que fomenten la discriminación y apuesten por la inclusión, en la que las preferencias sexuales no sean un indicador de calidad humana, sino solo una preferencia sexual que no te hace mejor ni peor persona.

Sofía Vuelaalto

TRANSFOBIA Y TRANSFEMINICIDIOS

La transfobia tiene diferentes rostros. Estas son algunas de sus manifestaciones más brutales.

Desde 2009 en cada vez más ciudades, y también en México, las personas trans y aliadas/os/es nos hemos pronunciado por la despatologización de las identidades, expresiones y experiencias trans que nos han estigmatizado, discriminado e impuesto el esquema médico-psiquiátrico como el único válido y legitimado para reconocer nuestra existencia. Al patologizarnos el sistema sexogénero cissexista pretende arrebatarnos la decisión sobre nuestras vidas, sobre quiénes somos, cómo nos queremos construir y qué modificaciones queremos hacer o no a nuestros cuerpos y sexo, imponiéndonos como salida la “normalización” de cómo “debemos ser” y “debemos querer ser” para poder ser aceptadas como mujeres y aceptados como hombres, con el aval del complejo médico-psiquiátrico-psicoterapúetico-farmacéutico. De esta manera, nos adjudican un trastorno mental con el que nos descalifican, discriminan y segregan y encima de ello nos sujetan a modelos únicos de reconstrucción biomecánica.

La graves consecuencias personales, y en los diferentes ámbitos de la vida social, de la patologización de las mujeres y los hombres trans, frecuentemente se expresa también en elevados índices de suicidio. Diferentes estudios dan cuenta de que el suicidio sigue siendo la mayor causa de muerte no natural en las personas trans. Entender el género desde una perspectiva esencialista continúa obstaculizando el ejercicio de la capacidad de decisión.

A la patologización y sus consecuencias en la estigmatización, discriminación y marginación de los hombres y las mujeres trans y de la infancia variante de género, hay que añadir la transfobia que ha causado, de enero de 2008 a abril de 2016 (de acuerdo con el Observatorio de Personas Trans Asesinadas en colaboración con Transgender Europe) el asesinato de 2,115 personas trans en el mundo, 1,654 en América Central y del Sur (72.8% del total a nivel mundial),  y 247 en México, lo que coloca a nuestro país en el segundo lugar a nivel internacional de asesinatos de personas trans (solamente por debajo de Brasil, donde se han producido 845 crímenes, pero por arriba de Estados Unidos con 137). Tan solo en lo que va del año se han producido 50 muertes violentas de mujeres trans, nueve en menos de un mes (en Chiapas, Chihuahua, Durango, Guanajuato, Estado de México y la Ciudad de México). Tan grave es esta brutal realidad que ha crecido la demanda por considerar los asesinatos de mujeres trans como transfeminicidios.

Frente a esta condenable situación, agravada por la campaña de mentiras, desinformación, manipulación y odio que ha desatado en contra de la población de la diversidad sexogenérica la Iglesia Católica y la derecha económica y política de nuestro país, al financiar y promover las campañas del Frente Nacional por la Familia (heterosexual y monogámica porque naturales son todas las familias), mujeres jovenas feministas, mujeres y hombres trans y personas no binarias de diferentes grupos, colectivos y organizaciones exigimos al Estado mexicano, en sus diferentes niveles y órdenes de gobierno, a que cumpla con sus obligaciones y responsabilidades, garantizando el reconocimiento, respeto y protección de todos los derechos humanos de las personas trans, entre ellos, a la igualdad y la no discriminación; a la integridad física, emocional y sexual, y al disfrute de una vida libre de violencia.

Angie Rueda Castillo, mujer translesbiana y feminista. Activista LGBTIQPA (lésbico,gay,bisexual, trans, intersexual, queer, pansexual y asexual)

 

 

 

Transfobia y transfeminicidios: violencia de una sociedad machista

Los casos de asesinato a mujeres trans en México en las últimas semanas ha llevado a que se visibilice y se comience a hablar en algunos espacios del profundo problema de violencia transfóbica estructural que viven las personas trans en el país día con día.

En los últimos dos meses los ataques a mujeres trans- según las cifras registradas- fueron  once, diez de ellos transfeminicidios. Los estados en los que se han registrado estos casos son en Veracruz, Puebla, Ciudad de México, Tijuana, Cancún, Chiapas, Guanajuato, Chihuahua, Estado de México y Guerrero.

Sin embargo estas cifras son cuestionadas por grupos de activistas y organizaciones que critican que en México no existe un seguimiento de los asesinatos a mujeres trans, y que en varios casos los procedimientos legales niegan estas muertes como consecuencia de violencia transfóbica ( en el caso de Alessa las autoridades responsables querían que la madre firmara que constataba la muerte por suicidio) y justifican las muertes con prejuicios y discriminación sobre  la imagen de las mujeres trans dejándolas en el olvido y en la impunidad.

El enojo y la indignación contra la  violencia que cobró la vida de Paola, Itzel, Ariel, Alessa, Cheva y decenas de mujeres más (muchas sin identificar aún) llevó a que sus compañeras se organizaran, buscaran espacios para visibilizar sus condiciones de opresión por su identidad de género y a que salieran a las calles a exigir justicia a un gobierno que sólo ve el pasar efímero de las vidas trans.

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Transfobia: violencias machistas

En México- como en el resto del mundo y con sus diversos matices- la violencia a las personas trans, y el fenómeno del transfeminicidio, es una situación normalizada. Es una violencia que opera día con día en sus diferentes mecanismos y fuerzas.

La transfobia como fenómeno social emana en una sociedad que está atravesada por el machismo y el cis-hetero-patriarcado milenario que coloca a las mujeres y la feminidad en una posición de inferioridad  estructural y simbólica. Así lxs sujetxs que se feminizan, que cuestionan las normas de género y la actuación de género socialmente esperadas por poseer un sexo y transitan en el género son patologizadxs, rechazadxs y violentadxs.

Sin embargo si hay que mirar a la violencia transfóbica que atraviesa la vida de las mujeres trans hay que mirar más profundo y más allá del sujeto que materializa y encarna la violencia.

La violencia se vive en el día a día y desde el cuerpo al ser rechazadas por su familia, cerrarles espacios y relegarlas a expresarse y transitar sólo por algunos, al negarles oportunidades escolares y laborales, marginarlas, patologizarlas, negarles el reconocimiento legal de su identidad de género, negarles servicios médicos, rechazar sus cuerpos y sus vidas como deseables o “pasables” por no ajustarse a los cánones femeninos de la cisgeneridad, fetichizarlas y estigmatizarlas, limitarlas en sus capacidades, relegar a muchas al trabajo sexual como único trabajo.

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Es así que el transfeminicidio nos duele porque es la última violencia cometida contra la vida de una mujer trans dentro de una larga cadena de opresión contra las identidades que no se ajustan al orden de género. Esta violencia coloca a las mujeres trans en una mayor situación de vulnerabilidad y manda el mensaje de que nuestras vidas y nuestros cuerpos no importan, que son desechables.

Situación de las mujeres trans en México

A la situación barbárica de violencia que vivimos en México- después de 10 años de guerra contra el narco- donde el aumento en la violencia se ha hecho evidente con desapariciones y masacres de estudiantes, pueblos originarios, trabajadorxs, crímenes de odio contra la diversidad sexual y el incremento en los  índices de feminicidio a nivel nacional, se suma el fenómeno del transfeminicidio.

Según los datos de Transgender Europe desde 2008 a abril del 2016 el número de asesinatos de personas trans es de 247. Después de Brasil, México ocupa el segundo lugar a nivel internacional en crímenes de odio.

 

Aunque el movimiento LGBTTTI+ ha ganado ciertas conquistas, éstas están bien delimitadas a ciertos puntos del país y espacios geográficos.

Muchas activistas trans han expresado que si bien es una conquista importante la Ley de Identidad de Género, que permite el cambio legal de género y su reconocimiento en documentos oficiales, esta ley no ha significado un cambio significativo en las condiciones de vida de muchas mujeres trans porque siguen sin tener acceso a un trabajo y a los servicios de salud, y la violencia cotidiana sigue marcando y en otros casos acabando con sus vidas.

Además la Ley de Identidad de Género sólo existe en la Ciudad de México, mientras que en los demás estados su aprobación ha sido negada.

Junto al acceso al matrimonio igualitario, la Ley de Identidad de Género, ambas aprobadas por el gobierno del PRD en la ciudad, colocaron a la Ciudad de México como ciudad “gay friendly”. Sin embargo este mote resulta cuestionable ya que la implementación de leyes no se ha traducido en cambios de mayor alcance en la vida de las personas trans en la Ciudad de México y que de forma contradictoria ocupa el segundo lugar a nivel nacional en crímenes de odio.

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Estas leyes han sido conquista de décadas de lucha del movimiento LGBTTI+ en la Ciudad de México, décadas donde los diferentes partidos políticos negaron esas demandas (y que continúan negando en el resto de los estados), y que cuando las conceden o lanzan propuestas, lo hacen con fines electorales (como la reciente propuesta de Peña Nieto).

En estos tiempos de polarización social en donde el Frente Nacional por la Familia (FNxF) – promovido por la Iglesia, el PAN y el PES, sectores de empresarios y el Yunque- ha sacado a las calles a la derecha en movilizaciones históricas y con un discurso de odio hacia la diversidad sexual y contra la propuesta del matrimonio igualitario que incluía la adopción entre personas del mismo sexo y el reconocimiento nacional de la ley de identidad de género, distintos activistas han señalado al FNxF como responsable- con su discurso transfóbico- del aumento en la ola de violencia contra la diversidad sexual, y de mayor manera contra la comunidad trans que ha cobrado la vida de mujeres trans en las últimas semanas.

Resulta un escándalo político de qué manera la movilización del FNxF frenó la propuesta de Peña Nieto, mostrando que la Iglesia tiene fuerza política y base social qué movilizar en defensa de la “familia natural”.

Ningún partido político ha emitido un comunicado, ni ha cuestionado la violencia machista que acaba con las vidas trans. No vendrá del Morena que quiere poner a consulta nuestros derechos, ni del PRD que en su gobierno en la Ciudad de México deja libre al asesino de Paola Ledezma por “falta de pruebas” y ni del PRI que permite la injerencia de la Iglesia en el congreso.

La comunidad trans tiene que organizarse, junto al resto de la diversidad sexual y las miles de mujeres que día a día enfrentan la violencia machista, para luchar y exigir un cese a la violencia feminicida y transmisógina en perspectiva de organizar una gran movilización el 25 de noviembre.

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Leah Muñoz, estudiante de biología en la UNAM y activista trans.

Exclusivamente mujeres.

info-trabajadoras-del-hogarEl trabajo doméstico remunerado es algo que siempre está en la agenda feminista y nunca termina de cuajar. Uno de los puntos de la agenda es: ¿Realmente se puede ser feminista y tener contratada una empleada de servicio doméstico? La figura de la trabajadora del hogar ha sido básica en esos años dorados y falaces en que la mujer podía hacerlo todo. Tener hijos, marido, una casa impecable y una carrera exitosa, la casa impecable y los hijos bien atendidos gracias, por supuesto, a la trabajadora del hogar.

La mujer podía darse el lujo de salir al mundo a ser exitosa en su trabajo porque delegaba muchas (si no todas) las tareas domésticas. ¿Qué íbamos a pensar de la repartición equitativa del trabajo doméstico? Si el trabajo doméstico es tarea de mujeres, y en lugar de armar una batalla campal con el esposo para la repartición equitativa de las tareas de la casa y la crianza de los hijos, podíamos contar con la trabajadora del hogar que cocinaba, limpiaba, cosía botones, lavaba y planchaba ropa, recogía a los niños, hacía compras, servía de secretaria, mandadera, administradora y todos esos sombreros que se endilgaba la misma mujer, que podía con todo además de su éxito fuera de casa.

¿A qué costo? Estar disponibles seis días a la semana de 7 AM a por lo menos 9 PM, sin derecho a vacaciones, ni aguinaldo, ni días festivos, ni servicios de salud y bueno ni soñar con una pensión. ¿Quiénes limpian las casas de las que limpian y las que cuidan? Mientras la trabajadora doméstica facilitaba la vida de la mujer de clase media que deseaba tenerlo todo, los hijos quedaban a resguardo del padre o los abuelos.

No es que ahora las trabajadoras del hogar hayan dejado de hacer todas esas cosas, pero el poder adquisitivo sí ha cambiado. Tener una empleada que haga trabajo doméstico remunerado es un privilegio, un privilegio que sigue mal pagado, con horarios laborales mortales que sigue cubriendo la desigualdad en la división de las labores del hogar, porque seguimos relegándolo a un trabajo exclusivamente para mujeres.

Me parece que es importante valorar y revalorar el trabajo doméstico y el papel de la trabajadora del hogar, creo que existen todavía muchos prejuicios clasistas y racistas entre las empleadoras y las trabajadoras. Sería bueno que las trabajadoras conocieran sus derechos laborales y se generaran contratos de prestación de servicios. Sería aún mejor que las empleadoras entendieran que las jornadas laborales deben ser máximo de ocho horas con descanso y tiempo para comer, que los días libres no son un privilegio sino una necesidad, que su empleada no es de su propiedad, no le ayuda en la casa y la empleadora no hace el favor de pagarle, el aguinaldo no es “la navidad” de la trabajadora, que debería tener derecho a un seguro médico y que el tiempo libre de la trabajadora es privado.

¿Se puede ser feminista y tener una trabajadora del hogar?

Creo que es posible, siempre y cuando se respeten los derechos laborales de la trabajadora.

Todavía falta muchísimo camino por recorrer…

Harén de Nadie

 

No necesito

bodyloveNo necesito su aprobación

Llevo por dentro un medidor

Que va marcando grados de satisfacción

No necesito su aprobación

Que me censuren tiene su bemol

Pero mi metro va por dentro.

Aterciopelados

Conforme vamos avanzado en nuestra vida modificamos y/o actualizamos ciertos aspectos, como son: el habla, la vestimenta, nuestro cuerpo, etc., esta semana estamos hablando del empoderamiento a través de la ropa.

La mujer estaba destinada a utilizar faldas mientras que los hombres llevaban los pantalones en la casa, fue durante la segunda guerra mundial cuando la mujer, comenzó a utilizar pantalones  ya que comenzó a realizar el trabajo que estaba destinado a los hombres en la industria, por falta de los mismos. En la actualidad se supone que  la manera en que nos vestimos es “libre”. Siii,  seguro, ¿Que levante la mano quien lo crea?

Durante mucho tiempo mi manera de vestir era -y voy a decirlo así- masculinizada, prefería vestir como niño para pasar desapercibida, mi ropa era muy holgada y en su mayoría negra o gris. Mi atuendo era tal que un día un tipo me pregunto: ¿eres niña o niño?. Eso me lastimo porque yo me vestía así porque no aceptaba mi cuerpo ya que nunca he sido –estéticamente hablando- flaca, y estaba en una etapa de mi vida en que me funcionaba vestirme así, porque me escondía y permanecía en mi estado de ausencia social, pero ello no quería decir que quería ser niño.

Después de eso cambio un poco mi forma de vestir y empecé a utilizar faldas muy de vez en cuando. Recuerdo  muy bien cuando iba en el metro con una falda larga, larga.  Hago énfasis en ello  porque no me permitía a mi misma enseñar las piernas, porque era vergonzoso tener las piernas gorditas, ya que el estereotipo marca que las piernas delgadas y largas son las bonitas y obviamente yo no las tenía, ni las tengo así.

Regresando a la historia yo  llevaba mi falda larga con mis botas de siempre  y un señor se me  acerco y me dijo: “se ve usted muy bonita, pero debería traer huarachitos para verse como señorita “. Me reí mucho cuando me lo dijo,  porque vamos, yo estaba cómoda dentro de lo que yo misma me permitía y aceptaba de mi cuerpo, pero ya el hecho de también cuestionarme los zapatos, era demasiado. Quizá debería de agradecerlo porque entendí que la cuestión era sentirme bien con lo que elegía, porque  es mi cuerpo, es mi espacio y son mis reglas al vestir.

Y bueno ahora  mi manera de vestir es más libre, sigo usando vestido con botines o tenis, obviamente esto  no encaja con el estereotipo de la señorita con vestido y no quiero  encajar él. Hay muchas personas que como el señor en ese entonces creen que con  comentarios como “pareces caja fuerte”, “se te vería mejor con zapatillas”, “no deberías usar blusas sin mangas, porque con tus brazos parece que vas a romper madres ”, “pareces niño con el pelo corto”, y un largo etc., pueden incidir en la forma en la que debería vestir. Pero lo que sucede es que más bien me hacen pensar en el hecho de que, más que criticar y juzgar  hay que entender que la forma en que vestimos habla sobre nuestra identidad, ya que el  cuerpo es nuestro territorio y le damos forma y contenido según nuestros ideales. Podemos  modificar nuestro cuerpo y con ello obviamente se modifica nuestra forma de vestirnos o de casi vestirnos dirían algunos.

Y  si algunas veces al  salir a la calle algún atuendo nos parece desafiante o transgresor como puede ser el utilizado por punks, darketos, anarquistas, feministas etc. yo propongo que en lugar de asombrarnos y persignarnos ante estas cuestiones,  nos detengamos a preguntar el significado de estas conductas.  Cuestionarnos ¿porque nos parece transgresor que una mujer tenga escotes, y no lo es que un señor se quite la camisa en la  avenida porque tiene calor?.

Por qué no elegimos pensar que una chica con un vestido  sin mallas  y piernas anchas no es una “cualquiera ”  que espera que algún falto de materia gris le grite por la calle sabrosa,  sino que  simple y sencillamente esta cómoda con lo que lleva y esto incluye cuerpo, mente y ropa. ¿Por qué no desmitificamos el cuerpo de la mujer  y lo vemos como un cuerpo libre de ser mostrado sin tabúes, un cuerpo hermoso que no busca la aprobación de nadie?

Sofía Vuelaalto

 

 

De burkinis, racismo y otros demonios

4252Estoy segura que Siam nunca va a olvidar el 23 de agosto de 2016 aunque lo intente, cuatro policías se le acercaron y la obligaron a quitarse la túnica que traía puesta en la playa.  ¿El motivo? El blusón y los leggins que traía puestos Siam, así como la cabeza cubierta, pues violan las reglas del código de vestimenta moralmente aceptable y el secularismo de las playas de Niza.

Mathilde Cousing fue testigo de la escena y confirmó el incidente mencionando que era una escena tristísima donde algunas personas le gritaban a la mujer: ¡Vete a casa! Y otros le aplaudían a la policía mientras la hija de Siam lloraba.

Independientemente de las razones religiosas que pudiera tener Siam para utilizar una pañoleta en la cabeza, la actuación de la policía no se limitó a darle una multa a una mujer por considerar llevar una vestimenta inapropiada, sino que además la despojó de sus ropas frente a sus hijos mientras escuchaban insultos raciales, insultos que la policía no detuvo porque eran parte del mismo atropello.

Siendo estrictos, Siam no traía puesto más que un pantalón y un blusón delgado de manga larga con el cabello cubierto, ni siquiera era un burkini, que es lo que marca la prohibición. Los policías podían haberla multado cumpliendo con su deber (la ley me sigue pareciendo por demás racista, pero ese no es el punto ahora) y podrían haberle pedido que se retirara de la playa sin necesidad de la humillación pública.

Occidente siempre se está quejando del islam y trata al mundo árabe y musulmán como uno solo. Nos han convencido de que son la amenaza pública número uno, así mismo se quejan amargamente de cómo tratan a las mujeres y de sus prácticas religiosas. ¿Quisiera saber cómo la humillación pública de Siam se diferencia de las prácticas que critican?

Lo cierto es que Francia a pesar de ser un país de vanguardia en cuestión de derechos humanos. Tiene ancestrales problemas de racismo con sus refugiados y su creciente población multicultural.

Es casi apabullante el peso que se le puede dar a un pedazo de tela en la cabeza y el doble discurso que conlleva. Cómo es que unas monjas en hábito en la playa no son ofensivas para el público en general, a pesar de claramente representar una religión, y una mujer con sus dos hijos en la playa y una pañoleta en la cabeza se convirtieron en amenaza nacional.

¿Por qué una mujer debe sentirse empoderada de acuerdo a los estándares de los demás y no los propios?

Harén de Nadie

 

¿De la moda lo que me acomoda?

ropa-2Es un honor para mí haber sido invitada a colaborar con esta reflexión para el Harén de nadie, queridxs lectorxs. Los temas que se ponen sobre la mesa cada semana son abordados con mucha frescura, inteligencia y es una motivación que existan espacios como éste. Cuando Perla me invitó a escribir acerca del empoderamiento a través de la ropa, la verdad me emocioné, porque es un tema que me fascina por todas las aristas que tiene. Les confieso que me encantan la ropa, los zapatos, los accesorios, la moda de otros tiempos; para mí vestirme es una oportunidad de ser creativa… Pero hay muchos más ángulos sobre el tema, así es que ahí les voy.

Imaginemos un día cualquiera en el DF, de ésos que amanecen fríos y que hacia el mediodía nos asfixian de calor, para luego ahogarnos bajo la lluvia de la tarde. Al menos para mí el clima dicta qué voy a ponerme (procuro tener ropa para cada temporada porque nunca se sabe, je), pero una vez ante mi armario decido que prefiero poner mi comodidad en primer lugar. He llegado a la conclusión de que me importa una reverenda maribomba si “enseño” o no, si me veo demasiado “femenina” o no, o si “le va a gustar a los demás”. Pienso con enojo y con lástima en esas publicaciones que abundan en las revistillas “para chicas” sobre “las prendas que no les gustan a los hombres” (no sabía que me vestía para que los hombres me pusieran diez), y me he formado el criterio de que a quien debe gustarle o no cómo me veo es a mí misma. Cada quien tiene su idea del buen gusto, de lo que quiere proyectar, de lo que quiere ser.

Créanme que tampoco se me antoja para nada ir criticando la apariencia de mis congéneres, pues el patriarcado nos ha impuesto metas inalcanzables como cinturas de avispa, tacones de trece centímetros, cuerpos esbeltos, cabellera larga a huevo, tez blanca de preferencia y axilas sin manchas. Y si ya de por sí el cuerpo es un tema complicado, menos aún me interesa “cotillear” sobre lo que trae puesto una persona, sea hombre, mujer o pescado. Me aburre. Eso no quiere decir que no observe qué bolso traen, qué tenis o zapatos se pusieron, o cómo combinaron las adquisiciones de su clóset… Como dije, me apasiona la estética, la creatividad detrás del vestirse y si el estilo de tal o cual persona me parece interesante, armónico, bello, no dudo en decírselo, porque hubo tiempo detrás de ese arreglo personal, hubo una intención de proyectar una personalidad y una postura frente al mundo. Me queda claro que no se arreglaron para mí ni para “gustarle” al sexo opuesto deliberadamente, sino para construirse como sujetos en un mundo que nos asfixia con lemas del tipo de “usa esto y voltearán todos hipnotizados a verte a ti y sólo a ti”. Qué paranoia, ¿no? Me aterraría ir por la calle y que todos voltearan hacia mí, como si no hubiera más gente en el mundo.

Pero me desvío. Volvamos a mi clóset: después de un buen rato de considerar pros y contras, escojo mi atuendo anteponiendo mi comodidad y la imagen que quiero mostrar al mundo sobre mí. A veces me gusta combinar vestidos monos con tenis o con zapatos Top Sider, por ejemplo, porque considero que se ve bonito y relajado. No niego que a veces copio y transformo los looks que veo en Buzzfeed, Pinterest o en el Instagram  de las marcas que me gustan. Me inspiro en publicaciones que se titulan: “23 maravillosas maneras de combinar tus botines”, o “17 looks imprescindibles para las chicas que no usan tacones”. No me pierdo estos artículos, me entusiasman… pero después de un rato y de considerar un par de looks me doy cuenta de que los cuerpos de las modelos nada tienen que ver con el mío (son un estándar de delgadez en el que no me interesa encajar) y, más trágicamente aún es que con dichas propuestas no daría un solo paso afuera de mi casa por su incomodidad, su absurdo, su inverosimilitud. Me proponen el look de una chica que usa un bralette bajo una blusa transparente blanca  (¿?), jeans rotos y unas zapatillas que en las aceras del DF valdrían madres con el primer bache. No niego que la fotografía es hermosa, el atuendo se ve maravilloso… pero es totalmente inviable para mi realidad: no me imagino subiendo y bajando del pesero con esa ropa, ni abordando los vagones del metro, ni toreando los carros para cruzar la calle. Pero esta inverosimilitud, ¿a dónde nos conduce?

ropa-1Además de que evidentemente sería blanco de acoso con esa ropa (ese es otro tema), la industria de la moda no tiene como prioridad la comodidad de la mujer ni su ritmo de vida real: insiste en que sea frívola y que se conforme con ser un adorno para el espectador-hombre. Gilles Lipovetsky, un autor que me gusta mucho por su crítica a la sociedad contemporánea, asevera en El imperio de lo efímero que: “La moda se halla al mando de nuestras sociedades; en menos de medio siglo la seducción y lo efímero han llegado a convertirse en los principios organizativos de la vida colectiva moderna; vivimos en sociedades dominadas por la frivolidad, último eslabón de la aventura plurisecular capitalista-democrática-individualista”. Paradójicamente, el sello original y único que unx quiere imprimirle a su apariencia no lo decidimos nosotrxs. Incluso las revoluciones de la ropa femenina, como la desaparición del corsé y la llegada de los pantalones y las faldas cortas de los años sesenta, han sido dictadas desde arriba, desde los genios de la Alta Costura y las marcas prestigiosas. Nosotras no hemos diseñado la ropa que usamos. En 1922 aparecieron los conjuntos deportivos que liberaban el cuerpo femenino de las formas rígidas y sombrías de las décadas anteriores, en tanto que los diseñadores de modas pensaban en dotar de mayor movilidad y forma a las mujeres del periodo de entreguerras. Hoy día ocurre lo mismo, sólo que a mayor escala y el precio es terrible, no nada más porque la gente de países como Bangladesh trabaja en condiciones infernales en las maquilas y porque las industrias contaminan el ambiente y explotan sin piedad los recursos naturales y humanos, como podemos ver en el documental The True Cost (si pueden, por favor véanlo, está en Netflix), sino porque la mujer acude en masa como borrego ante el señuelo capitalista y patriarcal de la moda, la belleza, la juventud, la posibilidad de sentirse la única niña bonita de la escuela que todos desean. No juzgo a quienes usan tacones de aguja, ni a quienes, cómplices del patriarcado, se visten para competir con otras mujeres… No las juzgo, insisto, pero no estoy de acuerdo con su ceguera. Es imbécil anteponer el deseo de ser maniquí de aparador a costa del propio cuerpo. Tampoco concuerdo con quienes compran ropa que no necesitan, pero que contribuyen a engordar los bolsillos de marcas que hacen ropa barata y desechable a costillas de la explotación de personas en otros países, como Forever 21 y H&M. No hay criterio. No hay conciencia. No me interesa si se ven bien con lo que se ponen o no, porque me preocupa más su consumismo y el poco valor que se dan a sí mismas al seguir modas que solamente lastimarán a la larga sus cuerpos: he visto mujeres que, con tal de “verse bien”, andan de sandalias en pleno aguacero, o que con tal de traer tacones van caminando peor que Cuasimodo porque sus rodillas ya no dan pa’ más.

Para mí, el empoderamiento a través de la ropa es ser consciente de nuestra individualidad y de que no es necesario, ni útil, ni inteligente, dejarse arrastrar por el consumismo que impone lo que la moda considera que es la única manera de verse bien. Paradójicamente, la misma industria nos ofrece varias opciones y, como dice el dicho, si no puedes contra el enemigo, únetele… ¿No dicen que “de la moda lo que te acomoda”? Pues hagamos compras inteligentes, inventando un estilo propio hasta donde se pueda sin hacer caso de lo que ya pasó de moda, de lo que está in y out y demás. Si unx está cómodx con algo, pues adelante. Como amante de la moda me entusiasma más ver todas las posibilidades que tengo para ponerme y usar mi imaginación para transformarlas, para crear un estilo estético, pero sobre todo cómodo (porque se ponen bien divertidos los pisotones en el metro, jeje). Empoderamiento es también ponerse lo que a unx le venga en gana sin el afán de seguir al pie de la letra la publicidad del tipo de “la envidia es un sentimiento hermoso, siempre y cuando yo lo provoque”, El Palacio de Hierro dixit. No necesitamos esa basura, sino libertad de elección consciente y sentirnos totalmente segurxs de nosotrxs mismxs.

 

Georgina

Soy escritora, feminista, traductora y ávida lectora de lo que se me ponga enfrente (no están en orden de importancia, je). Si no hubiera estudiado Letras me hubiera gustado ser detective, criminóloga o hacer doblaje de caricaturas. Me gusta bailar, correr, viajar y andar en bici. Soy adicta a Buzzfeed y a Esposas desesperadas.